Portada revelada: Such Sweet Sorrow de Jenny Trout (fragmento+ sorteo)

25 de julio de 2013

Publicación: 4 de Febrero de 2014

Sinopsis:
Nunca hubo una historia de más aflicción que esta de Julieta y su Romeo... Pero el amor verdadero nunca muere. A pesar de que están separados por el velo entre el mundo de los mortales y de la tierra de los muertos, Romeo cree que puede regresar a Julieta a la vida, pero tendrá que viajar al inframundo con un muy exasperante guía.
Hamlet, príncipe de Dinamarca, puede no haber heredado la corona de su padre, pero el rey asesinado le dejó a su hijo una responsabilidad mucho más importante -el portal hacia el Afterjord, donde residen las almas de los muertos. Cuando el decidido Romeo pide ayuda para atravesar el traicionero Afterjord, Hamlet ve una oportunidad para la aventura, y la oportunidad de vengar la muerte de su padre.
En un mundo subterráneo lleno de monstruos leviatán, sombras macabras, gigantes de fuego y fieras guerreras valquirias, Hamlet y Romeo deben abrirse camino a través de los celos, la desesperación y sus miedos más oscuros para rescatar a la bella damisela. Sin embargo, encontrar a Julieta es sólo el comienzo, y el Afterjord no renuncia a sus almas sin un precio...
Traducción de RAB
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Extracto de Such Sweet Sorrow:

Dos figuras, ambas similares en estatura y propósito, se agacharon bajo un puente en Verona. El río crecido creaba barro en las orillas. Los hombres se deslizaban y luchaban contra el, sus antorchas parpadeado.

"Regresemos, Romeo," lo instó Fray Lorenzo, empujando hacia abajo la capucha de su áspera túnica marrón. "¿No podemos dejar a la pobre de Julieta descansar en paz?"

El joven dirigió a su amigo una mirada crítica. "¿ En paz? Mi Julieta no conoce la paz, sólo el tormento eterno. Ella tomó su propia vida, y es mi culpa."

Siguieron adelante, los pasos de Romeo cada vez más decididos entre más cansadas se ponían sus extremidades. El veneno que lo había incapacitado, pero no matado, había destrozado su cuerpo. Esta noche, viajaba más lejos de las paredes de su padre de lo que se había atrevido desde la noche en que regresó a Verona. A pesar de que el príncipe había levantado su destierro, las calles aún se sentían hostiles. Se había llamado a una tregua entre los Montesco y los Capuleto pero había un muchos jóvenes a quienes no les gustaría nada más que vengar a sus familiares matando a Romeo.

Su destino estaba más allá del centro de la ciudad, en un pequeño campamento de chozas a orillas del río. Rostros se asomaban desde detrás de cortinas hechas jirones a la par que Romeo y Laurence recorrían las estrechas callejuelas entre los edificios en ruinas, llegando finalmente a las mismas paredes de la propia ciudad. Fue en esta frontera que encontraron a la strega.

Su puerta estaba pintada de rojo, rodeada de talismanes en largas cadenas que colgaban del arco. Romeo se agachó debajo de una pata de pollo seca y en ruinas, y apartó a un lado un burdo ojo de metal.

"No puedo ir más lejos." Fray Lorenzo se apartó de la puerta, santiguándose. "Romeo, te lo advierto, es un terrible camino el que sigues. Tu alma se perderá en la oscuridad. Vas a perecer en las llamas del infierno, te ruego que no hagas esto."

"Ya estoy en el infierno." Romeo abrió la puerta y entró.

El interior de la casa de la bruja estaba caliente. Olía a tierra y al olor parecido al de la madera de las hierbas que no se utilizan para cocinar. Una figura doblada estaba frente a la chimenea, donde un caldero sulfuroso burbujeaba. Romeo se cubrió la nariz y tosió.

"Ah, estaba esperando a un visitante esta noche." La strega levantó la cabeza y el velo de monedas que oscurecía su rostro tintineo como campanas de hadas. "¿Tu hombre de Dios no pudo disuadirte?"

"Nada me disuadirá". Incluso mientras lo decía, sus ojos dudosos se posaron en el pájaro negro que graznaba en la jaula cerca del fuego, los frascos y botellas que llenaban las estanterías, objetos oscuros que flotan en sus profundidades fangosas. "Benvolio me dijo que puedes comunicarte con los muertos. Él dijo que le hiciste un amuleto para protegerse de los ataques de los fantasmas."

La strega se movió por la habitación, sus monedas y sus joyas haciendo ruido. Señaló con un dedo huesudo a una silla, y le ofreció a Romeo sentarse. "Estás enfermo. Veneno, ¿verdad?"

"Veneno, sí." Aún podía percibir el sabor, aún podía sentir el entumecimiento en sus venas. La evidencia física estaba debajo de su ropa, la mancha oscura de la carne muriendo todavía expandiéndose, un poco más cada día. "No lo suficiente".

"Eso es porque fuiste con un boticario," olfateó la strega. "Si quieres un veneno para matar a un hombre, debes ver a una bruja."

"Lo... recordaré. En el futuro." Romeo juntó las manos y apoyó los codos en las rodillas. "Vine a usted por información sobre los muertos. Pagaré lo que sea necesario."

"El precio depende de los conocimientos". Rebuscó en un baúl  y extrajo un gran cuenco de color negro. Poniéndolo en el suelo, metió la mano en su ropa -parecía que llevaba capa sobre capa de telas hechas jirones, en todos los tonos y grosores- y sacó un frasco. La vista del mismo tintineando en la luz provocó que algo se agitará  en el interior de Romeo. Muy recientemente, había sostenido un recipiente similar.

Después todo había ido tan mal...

"¿Qué deseas saber?" preguntó la strega, vaciando el espeso y negro líquido en el recipiente.

"Mi amada, Julieta-" su voz tembló al pronunciar su nombre, y se tomó un momento para reprimir su angustia.

"Fue por ella que bebiste el veneno." La strega hizo girar el líquido en en cuenco. "La veo."

"¿Cómo sabe que es ella?" Se inclinó hacia delante, mirando hacia el plato. No vio nada más que su propio reflejo.

"De la misma forma que tú sabes que el sol sale por el este. Simplemente lo sé." Chasqueó suavemente bajo su velo de monedas. "Unida a tí por el hilo del santo matrimonio. Una boda secreta."

Romeo reprimió las inesperadas lágrimas. "Sí, ella era mi... ella era mi esposa."

Todavía sonaba extraña a sus oídos. Una esposa era algo que un hombre de mayor edad tenía, un hombre como su padre. No podía imaginarse siendo tan viejo. Tal vez esa había sido la broma más cruel del veneno, hacerle creer que su vida terminaría en el vigor de su juventud, sólo para regresarlo sin rastros de esa juventud en su cuerpo o en su mente.

"Los jóvenes son tontos y temerarios". El tono de la bruja se suavizó. "Cabellos negros, ojos marrones. Tan hermosa como cualquier dama de Verona."

"Más hermosa", la corrigió él, su mano apretando un puño. Sus uñas se clavaron en la palma de su mano mientras luchaba por contener las lágrimas. "¿Ella está feliz?"

La strega lo meditó un momento, pasando un dedo por la superficie del líquido. Cuando alejó su mano, ésta brillaba húmeda y roja. "No. Ella está en la desesperación. Eso es todo lo que puedo ver."

Su corazón se apretó con fuerza. No podía encontrar el aliento. Había tenido la esperanza de saber que ella estaba en un mejor lugar, como Fray Lorenzo le había asegurado tantas veces. "Tiene que haber alguna manera de calmar su dolor. Alguna forma de decirle-"

"Sus ojos y oídos están tan cerrados como los de cualquier mujer muerta. Lo que sea que la atormenta la atormentará por toda la eternidad." No iba a obtener consuelo en la voz de la strega. Ella extendió una mano nudosa, con la palma hacia arriba. "Si eso es todo-"

"No es todo!" Romeo se puso de pie, con una mano en la daga a su lado. No tenía la fuerza para usarla, pero la bruja no podía saberlo. "Sabes magia oscura. Puedes traerla de vuelta."

Lentamente, la strega desabrochó su velo, dejando que la red de monedas cayera sobre su regazo. Su rostro era tan viejo y marchito como sus manos. Un ojo sobresalía grotescamente, de un color azul lechoso, mientras que el otro, astuto y negro, se centraba en él. "Ya no hago esa magia."

"Pero ¿se puede hacer?" Preguntó Romeo, y cuando ella asintió, desenvainó su cuchillo y la pinchó con la punta en su protuberante barbilla. "Entonces será mejor que lo hagas, bruja."

La anciana no temblo de miedo ante él. Cogió la hoja y la apartó, se sintió como si él se hubiera cortado a sí mismo en lugar de a ella. Dejó caer la daga y dio un paso atrás, maldiciendo mientras la sangre corría por su brazo del corte en su palma. Más rápido de lo que podía haber anticipado, la vieja bruja agarró su muñeca y tiró de su mano sobre el cuenco, dejando que su sangre cayera en el.

"Yo ya no hago esa magia", repitió, girando la sangre en el recipiente con la punta del dedo. "Pero hay otros. Para traer a alguien de regreso, primero debes encontrarlos. ¿Estás preparado para caminar con los demonios, muchacho?"

Él asintió con la cabeza, sus agitada respiración quemando su nariz.

"¿Estás dispuesto a desafiar serpientes y el fuego, a luchar contra los guardianes de los muertos y escuchar hablar a los fantasmas?" Ella alejó su mano. De inmediato, la sangre en su mano dejó de fluir, y la herida se cerró, ardiendo con un fuego invisible. Él jadeó y sujeto su mano, mirando con horror como el buen ojo de la bruja se ponia en blanco y gritaba palabras que no entendía.

En el cuenco, el líquido se aclaró, luego brilló y se transformó en un azul sobrenatural. Un torbellino formado en el plato, y relámpagos crepitaban en su superficie. Al mismo tiempo, la vieja cantaba y gritaba, hasta que la habitación se llenó de un viento espectral que parecía que originarse dentro de la luz azul. El pájaro gritó en su jaula, y los tarros y botellas se sacudieron y rompieron en sus estantes.

La superficie del líquido se elevó en olas coronadas de espuma azul. Mientras los picos crecían  más alto, la luz aguamarina se desvaneció, dejando sólo una burbujeante y turbia fuente de sangre elevándose tan alta como el mismo Romeo. El rojo burbujeante rojo tomó forma, en una figura tan familiar que Romeo inmediatamente retrocedió y ansío tocarla.

Su Julieta estaba ante él, o al menos, la forma de ella, congelada en sangre, un monocromático carmesí, pero sin lugar a dudas era ella. Gruesas cadenas le ataban el cuello y la cintura, esposas sujetaban sus muñecas. Sus ojos eran lo peor de todo, abiertos, sangrientos, vacíos y sin ver, y sin embargo, acusadores. Aún odiándolo, por haberla dejado ir antes que él.

"Lo siento", susurró, su garganta en carne viva por la emoción. Alargó la mano hacia ella, sabiendo que era una tontería hacerlo antes de que sus dedos rozaran su mejilla ensangrentada.

La visión de Julieta abrió su boca de forma imposible y terriblemente amplia y un grito fulminante salió de ella al tiempo que la visión estallaba, haciendo llover sangre en la habitación.

La strega se apoyó con sus antiguas manos a cada lado del cuenco y levantó la cabeza, la sangre corriendo en riachuelos por su rostro. "Tienes que ir al norte. Encontrarás ahí  al hombre que puede ayudarte."

"¿Norte?" Evocó un mapa en su mente. "¿Grezzana?"

"Más lejos". La strega se apoyó en el suelo y se levantó. Parecía más pequeña de alguna manera, más frágil que temible.

"¿Erbezzo?"

La ceja sobre su buen ojo se arqueó con exasperación. "Más lejos. Más lejos de lo que nunca has viajado. Sobre las montañas, a un castillo junto al mar. El asiento de un rey asesinado."

Él abrió la boca para hablar, pero ella lo interrumpió. "No sé nada más. Como pago, sólo te pido que nunca más  aparezcas en mi puerta." Levantó la daga del suelo. Romeo alargó la mano hacia la misma, y ella la lanzó, clavando la hoja en el dintel. En seguida, su terrible y curtido rostro se transformó, su piel se volvió suave y joven, su cabello enmarañado cambiando a un lustroso negro. Entrecerró los ojos, ya no lechosos sino de un profundo color negro, y señaló adonde daga se estremecía en la madera. "Déjala. Deja que su ausencia te recuerde nunca enfurecer a una hermana de los destinos otra vez."

Cuando Romeo salio, Fray Lorenzo se puso en pie, la preocupación arrugando su frente cedió sólo un poco. "Escuché tales gritos, que pensé que seguramente estabas en las garras del mismo diablo."

"No hay demonios aquí." Romeo no hizo mención de la daga. Lo avergonzaba ahora, pensar que había amenazado a una mujer tan poderosa. "Para encontrarlos, tengo que ir hacia el norte."


Sobre la autora:

Jenny Trot es una escritora, blogger y una persona divertida.
Escribiendo como Jennifer Armintrout, llegó a la lista de más vendidos de USA Today con "Blood Ties Book One: The Turning". Su novela "American Vampire" fue nombrada una de las diez mejores novelas de terror del 2011 por Booklist Magazine Online.
Jenny también escribe novelas erótica galardonado como Abigail Barnette.
Cuando no está escribiendo, está durmiendo o incapacitada de otra manera.
Ella es una ciudadana orgullosa de Michigan, madre de dos hijos y esposa de la única persona viva capaz de pasar largos períodos de tiempo con ella sin querer asesinarla.

Se está llevando a cabo también, un sorteo en el que podrán ganar un ejemplar del libro, en formato eléctrónico de forma interncional y en físico para los residentes de Estados Unidos.

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2 comentarios:

  1. O_O Me encanto la portada :3.. y la sinopsis buenoo!! y adoro la idea de el seguimiento de Romeo y Julieta...

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  2. ¡Qué interesante! No me había tocado leer una fusión parecida para contar una nueva historia. Tengo mucho tiempo que leí Romeo y Julieta, nunca me encantó, los personajes me fastidiaban bastante x) estaría bien darle este otro tipo de oportunidad a ambos aunque el autor y la historia cambien.

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